El suelo del viñedo

Las características del suelo son un factor fundamental para cualquier tipo de cultivo, también para el viñedo. Aunque la vid es una planta muy rústica, puede prosperar prácticamente en cualquier terreno excepto los salinos, necesita un suelo con unas determinadas condiciones para producir uvas, que den lugar a grandes vinos.

La composición del suelo aporta al vino aromas minerales, volcánicos y arcillosos, que la vid absorbe y traslada al fruto; además, influye directamente en la cantidad de uvas que produce cada planta. La naturaleza del suelo otorga gran parte de las particularidades de un vino y le diferencia de otros, aunque sean de la misma zona.

El suelo es el resultado de la labor de la naturaleza a lo largo de millones de años, aunque nosotros con nuestro trabajo podamos mejorar alguna de las condiciones, la calidad es la esencia del trabajo de la de la creación de la tierra.

Características que debe tener el suelo del viñedo:

Riqueza del suelo: el suelo no debe ser demasiado rico, ya que cuanto más pobre es, más trabaja la vid buscando alimento. La producción será menor, pero con más personalidad y carácter, lo que favorece la calidad del vino.

Los minerales que contiene el suelo también influyen en el producto final, los suelos ricos en hierro otorgan un color más intenso, mientras que los calizos influyen en el grosor de la piel de la uva, con una mayor presencia de sustancias que le proporcionarán más aroma.

 

Drenaje: la configuración del suelo debe permitir un buen drenaje para evitar enfermedades relacionadas con el exceso de humedad, así como para la absorción de elementos minerales.

Topografía: las tierras elevadas o las colinas influyen en la composición de los vinos. Las laderas con una mayor exposición al sol suelen producir grandes vinos y la inclinación garantiza un buen drenaje.

Los viñedos de Bodegas Federico están divididos en parcelas, con tierras de origen arcilloso calcáreo, poco fértiles, sin exceso de materia orgánica, donde la vid lucha por sobrevivir y se esfuerza por conseguir el agua. Son terrenos con diferentes alturas y orientaciones: laderas, rocas, declives, vertientes… que contienen microorganismos, arcillas, nutrientes y minerales, que juegan un papel fundamental aportando aromas, grosor a la uva y que se convierten en el alma de los vinos de la bodega.